El tsunami burocrático, normativo y legislativo engorda aún más el ticket de compra del consumidor final
La prueba del algodón está en visitar un supermercado. La fruta y verdura prohibitiva para muchas familias y bolsillos; sin embargo, los estantes de los ultraprocesados con precios low cost. Hoy día en España sale más barato comer comida basura que llenar la cesta de la compra con la dieta mediterránea.
La comida sana se va a convertir en un privilegio al alcance de los más pudientes. Y esta idea la debe conocer el consumidor, al que le vamos a dar sobrados argumentos.
En los costes de producción, que en los últimos años han subido en torno al 40%, porcentaje que depende de cada actividad agraria, influye cada nueva carga o requisito que se le pide al productor de un alimento. Siempre es ese primer eslabón el que se tiene que hacer cargo de todo lo que se le exige desde cualquier despacho administrativo, esté en Bruselas, en Madrid o en Sevilla. Y va sumando, una y otra vez. De ahí que la palabra simplificación que reclaman desde el inicio de las protestas los agricultores españoles significa menos de todo aquello que encarece el producto final. Porque el papeleo sin cabeza es un gasto prescindible.
Pero España históricamente es un país del sector público, cuyo déficit lo ha pagado el sector privado. Y los agricultores y los consumidores pertenecen al segundo de los sectores.
Esta semana en la masiva protesta desarrollada en la región de Murcia, donde han ido de la mano organizaciones agrarias, regantes, cooperativas, alhóndigas, empresas privadas y agricultores a título individual, se ha repartido de forma gratuita a los ciudadanos mucha fruta, verdura y cítricos. Comida sana, que desde siempre se paga barata al productor en origen y desorbitadamente cara al consumidor final. Se va camino de asfixiar hasta tal punto al agricultor que la cesta de la compra, que sufre de gripe inflacionista desde hace muchos meses, termine por convertirse en un artículo de lujo.
Consumidores y productores están en el mismo lado da la historia. El que tiene que pagar todos los platos rotos. Y un apunte final, relacionado con lo barato que es comer producto ultraprocesado y lo encarecidos que están los hortofrutícolas. Resultado de ello es que el consumo per cápita en España de frutas y hortalizas ha comenzado a bajar.
El apunte final – comida sana versus comida basura – está referido al siguiente estudio, que hemos conocido hace solo unos días, y del que se ha hecho eco la agencia Europa Press.
Estudio de la Universidad Miguel Hernández de Elche
Un estudio de la Universidad Miguel Hernández de Elche sobre el efecto a medio y largo plazo del consumo de alimentos ultraprocesados, así como, sobre la mortalidad total; cardiovascular y cáncer ha revelado que, un mayor consumo de estos alimentos se asocia «de forma significativa» con una mayor mortalidad por todas las causas de muerte.
En el estudio, se evaluó la mortalidad durante 18 años de seguimiento en una muestra representativa de la población adulta valenciana (1.538 hombres y mujeres) de 20 y más años que participaron en la Encuesta de Nutrición y Salud de la Comunidad Valenciana.
En comparación con los participantes que tenían un consumo bajo de alimentos ultraprocesados, las personas que tenían un consumo alto de estos alimentos presentaron un 40% más de riesgo de muerte durante los 18 años de seguimiento. Los autores concluyen que un consumo elevado de alimentos ultraprocesados se asocia a una mayor mortalidad por todas las causas a largo plazo en población adulta mediterránea. Estos resultados suponen una «evidencia sólida» sobre el efecto perjudicial del consumo de alimentos ultraprocesados sobre la mortalidad, que se añaden a los observados en otras poblaciones.
Los resultados de este trabajo se han publicado en ‘Clinical Nutrition’, revista clasificada en el primer cuartil del área de Nutrición en el JCR (Q1).
Ana Rubio