A quienes no estamos acostumbrados a encontrarnos un dispositivo policial como el de hoy en Algeciras nos abruma, sobre todo, si caminamos acompañando a familias, a gente corriente y campechana, similar a la que nos podemos encontrar en el día a día de nuestro barrio o en nuestro trabajo. Personas pacíficas que no vienen a subvertir el orden establecido ni a tirar piedras a la autoridad ni a quemar contenedores ni vehículos policiales. En realidad estos agricultores habitualmente empatizan con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y por eso mismo, más si cabe, no comprenden el muro con el que se han encontrado hoy.
La protesta, con todos los permisos reglamentarios en orden, ha sido convocada por las organizaciones agrarias Coag, Upa y Asaja más Cooperativas Agro-Alimentarias. Alrededor de 4.000 agricultores de las ocho provincias andaluzas se han dado cita hoy en el campo de fútbol Nuevo Mirador de Algeciras, punto desde el que se ha caminado a pie hasta las inmediaciones del puerto. Hasta los aledaños porque más allá un muro policial lo hacía imposible. Lo triste han sido las cargas policiales que en algún momento han empañado una jornada que se ha desarrollado con la alegría propia de los andaluces, de forma festiva, desenfadada y muy familiar.
Tortilla de patatas, bocadillos o fresas que se han regalado a los propios policías en un intento de mostrar que unos y otros representan al mismo pueblo llano. Y es que estos hombres y mujeres han dejado hoy su cortijo o su casa de campo, en cualquiera de las comarcas agrícolas andaluzas, se han subido a un autobús y después han caminado hasta la puerta de entrada por la que viene la mayor parte del producto barato extracomunitario que hace que los cultivares de los andaluces y del resto de los agricultores españoles dejen de ser rentables.
Así de sencillo. La protesta de hoy en el puerto de Algeciras tenía mucho de simbolismo, ya que se trata del puerto español que acapara la mayor parte de las importaciones de países low cost que hunden los precios en origen en nuestro país y que además vienen con otras reglas de juego fitosanitarias.
Junto al de Algeciras el otro puerto ante el que se ha protestado hoy ha sido el de Valencia, situación similar de ingentes cantidades de producto barato más el gravamen de la entrada de plagas sudafricanas que castigan a la citricultura española desde hace demasiados años. Así que la cuestión es grave desde tres puntos de vista.
(1) Por un lado, entrada masiva de producto foráneo sin precio que compite de forma desleal en el mercado europeo desplazando y hundiendo el producto de los agricultores españoles. (2) Por otro lado, uso en esos terceros países de materias activas prohibidas en Europa, con el consiguiente peligro sobre la salud pública comunitaria; y (3) por último y no menos importante entrada de plagas de otros continentes que diezman y matan las producciones hispanas. Tres grandes argumentos que justifican que hoy los puertos de Algeciras y Valencia hayan sido señalados con el dedo por los hombres y mujeres de nuestro sector primario.
Y un último mensaje que se evidencia tras estas protestas. El control de dichas importaciones no es un problema más del campo español, sino que es el mayor de todos. El prioritario. El que debe estar en el centro de todo el análisis, si es que de verdad se quiere salvar la agricultura de nuestro país de su extinción.
Porque sin esas importaciones que estrangulan a los productores nacionales, el resto de problemas se subsanan de la forma natural con la que cae un dominó. Los precios volverían a ser más justos y las fincas rentables, ya que no habría que competir con el low cost de países con otros salarios y costes de producción, así recuperando el principio de preferencia comunitaria se demandaría en primer lugar el producto local para recurrir solo al foráneo en casos puntuales de oferta/demanda. Los problemas de sanidad vegetal serían menores, y el agricultor no se encontraría en el olivar, en los frutos secos o en los cítricos, entre otros, los problemas que han puesto en jaque su continuidad.
Se recuperaría la soberanía alimentaria porque los agricultores y ganaderos no tendrían que abandonar sus explotaciones y podrían alimentar a la población de su país.
En definitiva, suena tan bonita esa música que parece irreal. Todo apunta a que las movilizaciones continuarán por tiempo indeterminado.
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José Antonio Arcos