Acuerdos comerciales que benefician a otros sectores perjudicando a los productores españoles
Constante aumento de costes de producción que acaban con la rentabilidad de las explotaciones
Asociaciones independientes que piden el reconocimiento de las Administraciones y ser interlocutores válidos
En una fría mañana de domingo de enero la urbanita capital de España ha amanecido hoy poblada por tractores, ganado y miles de agricultores del sector primario de todo el país, de secano y de regadío, de extensivo y de intensivo; en definitiva, un conglomerado de productores que dan alimento a diario a todo un continente y que, sin embargo, agonizan.
Una gran macromanifestación convocada por ‘Alma Rural’, una asociación de asociaciones del mundo rural, independiente, abierta y plural. Son alrededor de dos millares de asociaciones independientes que aglutinan detrás de sí a miles de familias, desde pescadores a ganaderos pasando por citricultores, cerealistas, profesionales de la caza u olivareros del olivar tradicional hasta productores de hortícolas al aire libre, fruticultores o agricultores de frutas y hortalizas de invernadero.
Sin embargo, esta gran masa humana es invisible para las instituciones, ya que una mayoría de esas asociaciones son pequeñas asociaciones que no son reconocidas por las Administraciones, no son interlocutores reconocidos o válidos. Así que hoy ante el Ministerio de Agricultura se han concentrado miles de hombres y mujeres invisibles para dicho Ministerio; aunque sean tan reales como las imágenes o los manifiestos que han leído a lo largo de la mañana (en el vídeo adjunto uno de dichos manifiestos).
En dicho conglomerado de productores – una plataforma rural muy diversa y heterogénea desde Galicia hasta Asturias, Cantabria, País Vasco o Navarra pasando por La Rioja, Aragón, Cataluña y Valencia recorriendo Murcia y toda Andalucía y subiendo por ambas Castillas y Extremadura hasta Madrid – las problemáticas compartidas entre todos ellos son mayores que los pequeños detalles que las diferencian. Así que los manifiestos leídos coincidían en la mayor parte de los puntos críticos como el abandono de explotaciones, por la baja rentabilidad, o el escaso relevo generacional, ya que los jóvenes se marchan del medio rural por la incertidumbre que se cierne sobre su futuro.
Un mundo rural en “estado crítico” desde hace años y que sin embargo en los momentos de confinamiento durante la pandemia ha dado de comer a todo un país, sin fallar un solo día.
En clave de hortícolas de invernadero han sido varias las asociaciones presentes en Madrid, como Agricultura Viva en Acción o la Asociación de Agricultoras del Llano, que en la lectura de uno de los manifiestos han puesto en la diana el constante aumento de los costes de producción que traslada por urgencias al agricultor a la UVI de la rentabilidad.
Competencia desleal de terceros países
“Cada año se cierran en España 15.000 explotaciones familiares”, expresaba la lectora de uno de los manifiestos.
Una de las principales causas esgrimidas es la sobreoferta de productos que llegan a Europa de países no socios y “con los que la Unión Europea está firmando tratados de libre comercio internacional”.
Y ahora viene uno de los argumentos más contundentes: Europa utiliza a la agricultura como moneda de cambio para beneficiar a otros sectores y perjudicar a la agricultura.
“Los grandes beneficiarios de estos tratados son fondos de inversión y corporaciones agroalimentarias que aprovechan salarios 10 veces inferiores a los europeos y con nulas restricciones medioambientales y fitosanitarias”, firmaba dicho manifiesto en defensa de la agricultora española.
Intereses que invierten en grandes fincas en esos países. Competencia desleal libre de cargas arancelarias y sin límites de cupos de volumen.
“Algunos de estos acuerdos han sido declarados ilegales por los tribunales de Justicia europeos, como el de Marruecos, y a pesar de esas sentencias Europa no está paralizando las importaciones ya ilegales”, se añadía a continuación.
Pero no solo es el acuerdo de Marruecos, también está el de Mercosur o el de Sudáfrica y el olvido de aplicar las cláusulas de salvaguarda para proteger a los citricultores españoles.
“La propia Unión Europea viola sus principios fundacionales, como el de preferencia comunitaria”, se decía seguidamente, “ya no hay Mercado Único Europeo porque lo han convertido en global”.
En resumen la crítica se centra en la idea de que la Unión Europea firma acuerdos comerciales que perjudican a la agricultura española y que las importaciones masivas no vienen a complementarnos, sino a sustituirnos.