En los últimos tiempos proliferan los programas televisivos en horario de prime time, máxima audiencia, que abordan asuntos de alimentación. Está de moda lo saludable, lo natural, lo cercano y lo ecológico se convierte en la guinda del pastel de dicha ecuación. Sin embargo, hay gato encerrado. Lo verdaderamente ecológico tiene un reglamento que debe cumplir, sino es así, se transforma en pura palabrería.
Hace ya algunas noches uno de esos programas logró captar mi atención. En una televisión generalista un equipo de reporteros analizaba la agricultura ecológica en las grandes ciudades. A partir de ahí mis orejas se levantaron como antenas.
El colmo de la incongruencia eran los mini huertos que poblaban algunos de los edificios más altos de la capital de España. En ellos, – aseguraban los entrevistados – la lechuga, el tomate o hasta el kale eran ecológicos. Y sin que nadie pudiera replicar tan magno entuerto acababa el programa que podía estar siendo visto en ese momento por miles de espectadores y consumidores que posiblemente en su ignorancia (y generosa confianza) creerían como ciertas afirmaciones imposibles.
La agricultura ecológica u orgánica se basa en el suelo. Así que parece un chiste que se hable de agricultura ecológica en la azotea de un edificio situado a 100 metros de altura. No hay que seguir con el argumento. Es tan evidente que clama al cielo.
Pero hay más, estamos hablando de la ciudad de Madrid, no de huertos situados en un entorno rural, sino en áticos y azoteas sometidas a una gran contaminación. Sobre este aspecto me gustaría subrayar que ya hay alguna asociación y federación de consumidores que han encargado estudios para evaluar en qué medida la contaminación de una gran urbe como la madrileña pueden afectar al desarrollo de los huertos urbanos. Y las primeras evidencias de dichos estudios confirman que las partículas del aire afectan a dichas producciones urbanitas. Lo que no debe sorprender a nadie.
En el susodicho reportaje de televisión el responsable del huerto situado en el tejado de un gran edificio madrileño finalizaba afirmando que era una suerte que dichas hortalizas pudieran colmar los platos de los clientes del restaurante que abastecía, que estaba en el mismo edificio, algunas plantas por debajo. No dudaré de que eso es proximidad, cercanía e incluso trazabilidad. Pero nada más. Lo de ecológico es una burla. Y lo de… otra más.
Posdata: La fotografía adjunta sí corresponde a un cultivo ecológico de verdad. Tomate orgánico en uno de los invernaderos de Almería.