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Basilea es la ciudad de la biotecnología en Suiza. Ubicada en el norte del país, en el área germana, alberga a grandes multinacionales como Bayer. Esta compañía tiene aquí la sede de su negocio de protección de cultivos, Crop Science, entre otras actividades. Nos abre las puertas de estas oficinas un almeriense de Huércal, Antonio Magaña, que lleva cuatro años residiendo en Basilea como responsable de desarrollo de biológicos en la región de EMEA.
Origen en la naturaleza
“Los biológicos son productos que provienen de la naturaleza, y son parte fundamental de nuestra línea de trabajo de soluciones integrales para la agricultura”, explica.
De los biológicos hemos hablado en numerosas ocasiones en el blog por tratarse de una tendencia creciente no solo en Bayer, sino en otras empresas y en el sector en su conjunto. El concepto de biológicos es muy amplio, desde los hongos, bacterias y otros microorganismos que conforman la microbiología pasando por la química natural, donde encontramos extractos naturales o feromonas, hasta bioestimulantes e incluso biofertilizantes. Sin embargo, nos vamos a centrar en aquellos vinculados a la protección de cultivos.
Estrategia ‘De la granja a la mesa’
Hay un escenario marcado desde Bruselas que traza el camino. Es la política ‘De la granja a la mesa’. Significa que en un horizonte próximo se producirá la reducción del 50% y del 30% de los productos de síntesis química en sanidad vegetal y fertilizantes, respetivamente. La estrategia ‘From farm to fork’ contempla además que el 25% de la superficie de cultivo en Europa sea en ecológico.
“Para dar respuesta a este escenario futuro están las prácticas agronómicas y toda nuestra gama de biológicos, un portfolio cada vez más amplio, por ejemplo cada año lanzamos tres nuevas referencias en el catálogo”, señala Antonio Magaña.
Un catálogo en constante crecimiento
Esa línea de biológicos abarca productos para Tuta Absoluta en tomate, para el piojo rojo de California y el cotonet del Vals en cítricos, para Carpocapsa en manzano, para la Grapholita o polilla del melocotonero o para Lobesia en uva. También feromonas, repelentes naturales en extensivos, bioestimulantes para tratamientos de semillas o biológicos para recuperación de suelos. La gama es muy amplia y cada vez cubriendo nuevos segmentos, como ocurre con las feromonas.
El open innovation ecosystem contribuye a su vez a ese catálogo en constante crecimiento. Esta estrategia iniciada por Bayer hace varios años consiste en crear una red de colaboradores, empresas externas que pasan a ser nuevos partner.
“Son empresas que bien no tienen ese acceso al mercado que nosotros sí tenemos o bien que no disponen de las soluciones integrales que nosotros ofrecemos, de modo que podemos colaborar entre ambas partes. Desde Bayer nosotros aportamos el mercado, la integración de productos en soluciones integradas, nuestra capacidad de desarrollo y nuestra marca a las soluciones y productos innovadores de esas empresas caracterizadas por su actividad investigadora que se convierten en nuevos partner”, describe Magaña.
Soluciones integrales para el agricultor
Sobre esas soluciones integrales ya hablamos en su día cuando publicamos sobre Control Prime y la estrategia de Bayer frente a nematodos en tomate con Velum, Bioact, nuevos portainjertos y la herramienta digital Nematool. Pero es solo la punta del iceberg de otras soluciones integrales que vendrán en el futuro próximo, por ejemplo para responder a la problemática del oídio. Del mismo modo, dicha estrategia integrada contemplará la genética (semilla), la protección del cultivo (químico y biológico) y la herramienta digital. “Ésta indicará cuándo aplicar”, añade Magaña.
“Se puede calcular que entre el 30-40% de los rendimientos productivos se pierden por no tomar las decisiones adecuadas”, expresa el director de BDM Biológicos EMEA, “y con nuestra Plataforma digital para Hortícolas aspiramos a reducir al máximo ese porcentaje”.
A futuro
A diferencia de otras zonas del mundo el mercado regulatorio europeo camina a una velocidad lenta que perjudica a los productores de este continente frente a los de otras latitudes del planeta. Así, mientras que en EEUU pueden ser en torno a dos años los requeridos para que una nueva herramienta de protección vegetal vea la luz, en cambio en Europa estos tiempos se multiplican hasta por tres.
Así, desde que el producto está formulado y se presenta el dossier al organismo regulador pasan alrededor de seis años hasta que se registra. A ello hay que sumar que hasta 2026 están cubiertos la práctica totalidad de expedientes, es decir, que hasta esa fecha no se pueden recibir más.
Una situación contradictoria, ya que por un lado la política de la ‘De la granja a la mesa’ está sacando del registro un gran número de fitosanitarios, pero dicho adelgazamiento no se compensa con nuevas herramientas. Lentitud y tiempos excesivamente largos son la antítesis de la celeridad y agilidad que reclaman muchas veces los productores europeos.