Vivimos en casas, bajo abrigo; aquello que más cuidamos lo protegemos bajo abrigo, como cuando ponemos la capucha de plástico al carrito de un bebé o utilizamos un paraguas de plástico para protegernos de la lluvia o del sol. La intemperie tiene mucho de poético, pero poco de realista en un mundo en constante crecimiento poblacional, con escasos recursos y limitadas tierras de cultivo. Así que el invernadero es ese lugar seguro en el que las plantas crecen bajo abrigo protegidas ante plagas y enfermedades e inclemencias meteorológicas de toda índole, siendo capaces en ese estado de confort de producir más, en menos espacio y consumiendo menos recursos, como agua o nutrientes.
Podría ser el resumen del II Congreso Inversolar celebrado esta semana pasada en invernaderos de El Ejido (Almería), en las instalaciones de Clisol Agro. El anterior post lo dedicamos a la crónica del primer día y a continuación haremos lo propio con la segunda y última jornada de este evento científico organizado por Aproa, Hortiespaña y AREFLH dentro del programa de promoción ‘Cutesolar: cultivando el sabor de Europa en invernaderos solares’.
Almería y Granada, ejemplo para las misiones espaciales
El geólogo y divulgador cientifíco Nahum Méndez, bien conocido por sus apariciones televisivas, inauguraba la segunda jornada con una interesante ponencia con un título suficientemente elocuente: ‘Agricultores lunares: el reto de alimentarse más allá de la Tierra’.
Nahum Méndez describió de una manera muy sencilla las virtudes que convierten al invernadero en el modelo ideal para producir alimentos, en cualquier escenario adverso. La siguiente idea es preguntarnos si puede haber un escenario más adverso que el propio Espacio (…).
“Almería es un laboratorio para el futuro de la exploración espacial. A las futuras bases lunares o marcianas no se podrán exportar todos los recursos necesarios, sino que habrá que producirlos allí, por lo que la tecnología implementada en los cultivos de invernadero servirá para poder producir hortalizas en el Espacio”, apuntó Méndez que a continuación describió algunas de esas prácticas culturales agrícolas de los agricultores de Almería y Granada, como el uso del agua o del suelo, en las que se inspirarán los astronautas para producir sus propios alimentos, bien en la órbita espacial o bien en suelo lunar o marciano.
“En esas misiones espaciales el reabastecimiento será muy caro y la cadena de suministro se podría romper, así que la solución es cultivar allí a través de semillas y una producción intensiva como la de Almería”, dijo el popular geólogo.
A modo de ejemplo, transportar un kilo de tomate a dichas misiones tiene un coste logístico de 3.000 euros. Así que los astronautas ya han cultivado sus primeros pimientos que aún no se han empleado para el consumo, sino que están bajo estudio y análisis. Y ya hay algunos diseños de invernaderos espaciales, como se observa en la imagen.
‘Cambio climático, ni indiferencia ni apocalipsis’
Seguidamente el turno fue para el filósofo y escritor Jesús Zamora con una charla inspirada en su último libro ‘Contra apocalípticos: ecologismo, animalismo, posthumanismo’ en la que reflexionó sobre el futuro de dichas tendencias en diferentes escenarios de verosimilitud.
Zamora se sitúa en un intermedio entre los polos como bien refleja el título de su charla ‘Cambio climático, ni indiferencia ni apocalipsis’, dibujando distintos escenarios de más optimistas a más pesimistas según el aumento medio de las temperaturas y la consiguiente caída del PIB. Con todo, y ante el temor de un colapso económico como efecto del calentamiento global este filósofo opinaba que “el cambio climático solo ralentiza el crecimiento económico, pero no acaba con él”.
En cualquier caso, Jesús Zamora pronosticaba que gracias a la Ciencia y a la tecnología, como ejemplo de dicha tecnificación están los invernaderos, “el ser humano sobrevivirá milenios” sin sucumbir.
‘El Sapiens del tomate’
El siguiente turno fue para la periodista y divulgadora científica Mireia Nicolás, redactora de una obra de gran interés para el sector, como es ‘El Sapiens del tomate’, el primer volumen dedicado a producto no elaborado de la Bullipedia.
Para su elaboración Mireia Nicolás estuvo durante un año en la cocina de I+D de Semillas Fitó y en elBullifoundation, creado por Ferran Adrià. El resultado de dicha inmersión en los orígenes del tomate es esta obra que describe su domestificación a lo largo de los siglos hasta convertirse en una hortaliza indispensable en la cocina.
La periodista catalana durante su charla abordó aspectos agronómicos, como los referidos a la producción de la segunda hortaliza con más superficie en el mundo (solo por detrás de la patata), siendo España el octavo productor y China el primero; junto a otros aspectos más gastronómicos y de salud, como el empleo del aceite de oliva para potenciar las cualidades antioxidantes del tomate o la concentración de licopeno según la madurez del fruto.
‘Life in plastic, it’s fantastic’
Por último el cierre lo puso la química Deborah García Bello, divulgadora e investigadora en ciencia de materiales, que repetía en este Congreso científico sobre invernaderos solares con una charla titulada ‘Life in plastic, it’s fantastic’.
Como científica explicó que la futura regulación en materia de plásticos está basada en una corriente de opinión, pero no en evidencias científicas. Reflexionó sobre ventajas, inconvenientes y contradicciones, dependiendo del packaging y detalló que la apuesta por algunos de ellos – por ejemplo, el algodón como alternativa – puede ser menos sostenible que el plástico, si se evalúan factores como el consumo de agua que requiere (huella hídrica).
Deborah enfatizó que el principal emisor de CO2 es el transporte, “pero si lo aligeras con plástico, reduces dichas emisiones”. Y continúo su enumeración: “En los envases de plástico con atmósfera protectora (controlada) se conservan mejor los alimentos y se reduce el desperdicio alimentario”. Y refiriéndose a la seguridad o inocuidad alimentaria destacó de los plásticos que son “materiales inertes para el embalaje de los alimentos” a diferencia de otro tipo de envases.
Finalizó Deborah García con un guiño al abrigo bajo plástico del invernadero: “Y hoy estamos debajo de ellos, recordando que es la forma más sostenible de producir alimentos”.
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Ana Rubio