
En el último año Marruecos y Turquía introdujeron en el mercado de la Unión Europea 774.005 toneladas de tomate. Los productores europeos de tomate – españoles, franceses e italianos – se han reunido en Sicilia hace unos días para diseñar una estrategia común frente a la competencia cada vez más creciente de los terceros países. Entre las medidas planteadas está modificar la regulación comunitaria del etiquetado para poder hacer más grandes las letras del país de origen y para permitir incluir en los envases un logotipo que refuerce la preferencia comunitaria.
Pero realmente, ¿creemos que el consumidor se decantará por un tomate español al ver la bandera o el nombre más grande? ¿O se guiará por el precio? Porque aquí es donde hay que incidir ya que en esos terceros países no se aplican los Salarios Mínimos Interprofesionales de países como España, Francia o Italia. En esos países no comunitarios tampoco existen las mismas reglas de juego en el uso de fitosanitarios.
Aún así, la idea del etiquetado más grande y con logo es buena porque siempre habrá consumidores que preferirán pagar un poquito más por un tomate seguro e inocuo y que deja y redistribuye riqueza en la España rural, en la Francia rural o en la Italia rural.