Generaciones distintas a la que pertenecen nuestros dos protagonistas. Testimonios en una reciente jornada formativa organizada por la Escuela Familiar Agraria de Aguadulce (Almería). En esta ocasión, las VII Jornadas Agroecológicas EFA Campomar.
Por Ana Rubio.-
Casi cuatro décadas difieren de sus inicios en la agricultura, entre José Miguel Serrano y José Fernández Mañas. Sin embargo, tienen como denominador común que ambos son exalumnos de EFA Campomar y que se dedican a lo que más les gusta, ser agricultores, con la satisfacción de pensar en el trabajo bien hecho y en su disposición a aprender cada día para que el consumidor disponga en su mesa de frutas y hortalizas saludables.
La voz de la experiencia
“Nuestra generación – así como la de quienes nos preceden – tienen que hacer hincapié en que para estar en el invernadero es necesaria formación. EFA Campomar, además de hacer buenos agricultores y buenos técnicos, nos ha enseñado a ser profesionales de la agricultura”, así comenzaba su charla ante los actuales estudiantes de la escuela agraria José Fernández Mañas, agricultor tomatero de La Cañada y antiguo alumno en los años 80 de EFA Campomar.
‘El Mañas’, así es como le conocen tanto en el Levante como en el Poniente almeriense, ha vivido como experiencia propia la transformación de la agricultura almeriense. Desde allá por los años 70 cuando el cultivo se realizaba al aire libre, cuya protección del viento se hacía a través de setos de cañizos y la planta la obtenían de cosecha propia, hasta el día de hoy, donde la tecnología y las nuevas herramientas, como el control biológico, se abren paso a una agricultura más profesional inculcando nuevos valores agrícolas que nos conducen a una productividad más afín con nuestro entorno y con un uso de los recursos naturales de forma equilibrada. Salud para nuestro hábitat y salud para el que consume nuestras frutas y hortalizas.
Hoy en día podemos ver invernaderos que conocemos como High Tech, de alta tecnología, pero los primeros invernaderos eran los que conocemos como ‘parral’, planos, muy bajos y de palos de madera. A partir de los años 80 surgieron las primeras variedades híbridas, las casas de semillas empezaron a interesarse por Almería instalando sus delegaciones y trabajando en variedades más productivas y de mayor recorrido. “La revolución en tomate vino con el tomate Daniela, un tomate atractivo pero sobre todo de larga vida de Hazera”, recordaba Mañas en su exposición.
Al mismo tiempo que evolucionaban las semillas, lo hacían los invernaderos, los semilleros y la optimización del agua y fertilizantes a través de los riegos por goteo.
Los fitosanitarios tardaron más, no es que no evolucionasen, sí lo hicieron, según el relato de este agricultor de La Cañada, “pero no en el camino en el que lo están haciendo hoy, que es hacia el residuo cero”.
Mañas explicó a los alumnos cómo en la profesionalización del campo el agricultor almeriense ha ido aprendiendo sobre LMR (Límites de Materias Activas), plazos de seguridad, dosis y tratamientos. “Un punto de inflexión a principios de los 90 fueron las Agrupaciones de Tratamientos Integrados en Agricultura, ATRIA, una mezcla de lucha química con depredadores que se empezaban a incorporar a la agricultura. La ATRIA, era la agrupación de agricultores que nos uníamos en torno a un técnico, cuya figura se convertía en una herramienta imprescindible”.
En la campaña del 92-93 surge otro hito, lo ocasionó la introducción de polinizadores. Hasta entonces la polinización se hacía manualmente, ramillete a ramillete. “Aún así, los agricultores ante esta novedad y algo desconfiados, seguíamos polinizando manualmente hasta que pudimos comprobar que aquello funcionaba realmente”.
El introducir abejorros llevó como consecuencia cerrar las bandas con malla para que no se escapasen. Sin querer, no solo estaban impidiendo que se escapasen, sino que a su vez evitaban que otros insectos causantes de plagas entrasen en el invernadero, “evitábamos tratamientos agresivos para no molestar a los abejorros y se comenzaban a colocar las placas cromáticas”, añadía Mañas. Estaban siendo testigos del inicio de control integrado.
“En la campaña de 2006-2007, de 100 Ha de producción con control biológico se pasó a miles en la campaña siguiente. Todo un referente en la capacidad y rapidez de adaptación del agricultor almeriense. Lo llamaron la revolución verde”, enfatizaba Fernández Mañas.
Otra evolución fueron los injertos. Enraizaban mejor, se adaptaban al frío, eran más tolerantes a las oscilaciones de temperatura, etc…
“El poder controlar pH, conductividad y volumen de agua, marcar porcentajes de abono, controlar tu máquina de riego a través del móvil desde cualquier lugar es otro antes y después de nuestro campo”, describía este tomatero de La Cañada.
Ya entrados en el siglo XXI surge el reto de las certificaciones, donde una vez más el agricultor tiene que ponerse las pilas para demostrar al consumidor final que sus productos tenían un control desde su plantación hasta que llega el producto final a la mesa, cumpliendo con la trazabilidad.
Y hasta aquí la máquina del tiempo descrita por ‘El Mañas’. Si en estas décadas el agricultor almeriense ha demostrado adaptarse rápidamente, le quedan nuevos retos de tiempos convulsos donde la competencia de países terceros, la actualización diaria de nuevas tecnologías, innovación, cambio climático o exigencias normativas le pondrán a prueba cada día.
Entre las anécdotas contadas por este agricultor y exalumno de EFA Campomar, remarcar la consecución en 2008 por parte de un grupo de agricultores, entre los que se encontraba José Fernández Mañas, de la Indicación Geográfica protegida IGP Tomate de La Cañada, “el primer tomate de España con IGP”.
Jóvenes agricultores
A continuación el testimonio de un joven agricultor. José Miguel Serrano desde siempre lo tenía muy claro, quería ser agricultor. Hoy en día trabaja como tal en la empresa familiar, cuyos invernaderos están en Adra y Berja.
José Miguel, antiguo estudiante de EFA Campomar, ve necesaria e importante la formación para ser agricultor. Por dos motivos, uno para conocer y saber gestionar lo que hay entre las cuatro bandas de un invernadero; y en segundo lugar, para conseguir que sea rentable poniendo en práctica todos los conocimientos adquiridos y la experiencia del día a día.
Esta actitud, interés y mente inquieta es la de un joven al que le apasiona su trabajo y gracias a ese buen hacer ha cosechado sus primeros frutos.
“Desde que empecé a estudiar en producción agroecológica en 2017 hasta el día de hoy en mi explotación he aumentado el 20% la producción, he reducido el gasto de agua el 18%, he bajado el gasto de abono el 34% y los tratamientos fitosanitarios el 52%. Estos son los beneficios que he conseguido obtener en mi explotación agrícola gracias a la formación adquirida en Campomar”, así empezaba José Miguel, refiriéndose a las ventajas cosechadas en su finca derivadas del aprendizaje agronómico logrado en sus años de estudio en la escuela agraria de Aguadulce.
Serrano ponía como ejemplo una de las primeras acciones que puso en práctica para saber cómo actúan las plagas y detectarlas lo antes posible. “¿Cómo? Formando en la finca a los trabajadores que conforman la plantilla para que pudiesen reconocerlas, así como la fase de desarrollo en la que se encuentra dicha plaga. Esto permite hacer tratamientos con fitosanitarios únicamente en focos delimitados”.
“Cuantos menos tratamientos generalizados le demos a la plantación, la planta sufrirá menos estrés; y cuanto menor sea éste, la planta producirá más”, añadía el joven agricultor.
Otro de los ensayos realizados por él están relacionados con el uso de abono al inicio del trasplante. “Un suelo con un alto porcentaje de materia orgánica, buena estructura y buen drenaje supone el 70% del éxito en un cultivo”, proseguía José Miguel. Aseguraba que si previamente el suelo se ha preparado correctamente, una planta trasplantada recientemente, con un sistema radicular pequeño, no necesita ningún abono pudiéndola regar los primeros 15 días con agua sola.
José Miguel no se define ni como ecológico ni como convencional, sencillamente se adapta a las nuevas demandas de una agricultura más sostenible y saludable, buscando que además sea rentable.
Charla de Koppert
En estas jornadas de agroecología de EFA Campomar Jesús Vallejo, ingeniero técnico agrícola de Koppert, habló de la importancia del control biológico. Puso de ejemplo la utilización de nematodos beneficiosos que matan eficazmente las larvas de los insectos o las trichodermas que actúan de manera preventiva en la raíz de la planta como fungicida.
En su charla formativa, además del importante papel que realizan los ácaros depredadores en control biológico como el swirskii, abordó las ventajas de la introducción de colmenas de abejorros para la polinización. Concretamente en cultivos de pimiento y berenjena cuyas observaciones conducen a un aumento de su producción y calidad de frutos; mientras que en cultivos de melón y sandía aseguran un buen cuaje.
En cuanto a los abejorros de Koppert, destacar que se adaptan bien a las bajas temperaturas y siguen trabajando con normalidad incluso en invernaderos con el plástico nuevo.
Charla de Bioera
También estuvo en estas jornadas de EFA Campomar la técnico de Bioera Yolanda Muñoz, que expuso las alternativas naturales a la desinfección química del suelo convencional, que a su vez son complementarias con las técnicas de solarización, biosolarización y biofumigación.
Para ello Bioera ha creado un programa como alternativa a la desinfección química, PADQ, un programa cuya base son los microorganismos que además benefician al suelo, al entorno y a la planta. “Conociendo las funciones de antagonismo de patógenos contra patógenos de suelo y aprovechando los beneficios de los microorganismos hemos creado el PADQ ‘Programa como Alternativa a la Desinfecciones Química’”, explicaba Yolanda Muñoz.
Además de proteger al suelo frente a patógenos como Phytophtora, Pythium, Verticillium, Fursarium, etc., restablece el equilibrio biológico del suelo, lo enriquece, aportando importantes beneficios que son visibles en la producción como precocidad, enraizamiento, vigor en las raíces, incremento en la producción, adelanto de la floración y fructificación, así como homogeneidad en los cultivos.
Un programa que se desarrolló en Huelva con los frutos rojos y que en la pasada campaña se empezó a trabajar en los principales cultivos de Almería como calabacín, pimiento, pepino, melón o berenjena.
“Hay un programa general, uno para ciclo largo y otro para ciclo corto, pudiéndose modificar según los antecedentes de la finca, dando lugar a un programa adaptado a cada suelo”, detallaba Yolanda Muñoz.
EFA Campomar continuará en 2022 con sus jornadas formativas avaladas por la experiencia de sus antiguos alumnos y por empresas punteras del sector hortofrutícola.