Invernadero de la costa de Granada. Precios ruinosos. El agricultor partirá mañana los melones que observáis en las imágenes para que después entren las ovejas de un conocido suyo, un pastor. Todos los gastos de agua y abonado, la colmena, la planta, todo ello se apechuga en las costillas del productor. Modelo familiar cien por cien. Hasta para sufrir. Los pepinos fueron mal y el melón ahora en primavera lo ha rematado.
Desde Madrid está todo muy lejos. Se hace política para la galería hablando en el día de ayer del desperdicio alimentario con etiquetas en redes sociales como #AquíNoSeTiraNada o #DesperdicioAlimentario. Suena cínico cuando los agricultores de Almería y Granada las están pasando canutas, teniendo que meter las ovejas del vecino en unos casos y en otros triturando las propias sandías con el tractorcillo. Los que no vivimos en Madrid y tenemos los pies en el suelo estamos cansados de ver vídeos e imágenes desgarradoras desde mitad de mayo hasta esta parte con el telón de fondo de la indiferencia de quienes mandan, esto es, los políticos. Miran para otro lado o hablan de desperdicio alimentario (…).
Luego pones la televisión y te encuentras gente lejana hablando de temas lejanos. Esa España rural es ignorada por los mismos que se pasan de plató en plató el día entero opinando de temas vacuos que interesan solo a una pequeña élite que hace como Juan Palomo. El refrán todos lo conocemos.
Ayer tarde me llamaba el agricultor de la finca de las imágenes. He estado varias veces en su invernadero. Quizá por eso me duele incluso un poco más. Porque sé lo buena gente que es. En realidad la agricultura es la actividad económica con más buena gente por metro cuadrado.
Me contó su testimonio y yo no he querido mirar para otro lado. Aquí lo tenéis. Como la suya, son miles de historias estos días de profundísima crisis de precios en origen (lo que ocurra en el estante o en el lineal no conoce de crisis, es otra cosa).
Le dije al agricultor de estos melones “lo siento”, y me salió desde ese fondo en el que habitan las palabras más sentidas. Y fue él quien me respondió que no me preocupase, que llevaba ya muchas experiencias similares a sus espaldas. “Ya tengo la piel dura”, añadió en un tono que mezclaba la resignación con el orgullo propio de las personas que no se amilanan y que nunca agachan la cabeza.
Los agricultores sois personas auténticas, dignas de ejemplo y fortaleza ante las adversidades.