‘La calidad SIEMPRE es cara’

Escuchaba ayer en una emisora de radio un anuncio publicitario en el que una alegre voz describía las formidables ofertas en hortalizas que hay estos días en un conocido supermercado alemán. Acababa la cuña radiofónica con un lema que me hizo reflexionar: ‘La calidad no es cara’.

¿Cómo que no es cara? … me hubiese gustado interpelarle a aquella voz enlatada. ¿Me quiere usted decir con ello que tanto da comerse una hortaliza cultivada con productos químicos prohibidos que otra criada con técnicas de control biológico? ¿Me quiere usted decir que da igual los controles que haya o no pasado la verdura antes de llegar al lineal de su supermercado? ¿Me quiere usted decir que no importa que ese alimento que el ama de casa se lleva a su hogar es barato porque se le paga muy poco dinero a quien lo produce o tal vez porque está importado de un lejano país donde se desembolsa un sueldo mísero al peón agrícola que lo recoge? Y así sucesivamente son muchas las interrogaciones que se me ocurren. Sin embargo, esa voz del anuncio que no responde a mis preguntas seguirá mañana y pasado mañana repitiendo en esa y otras emisoras, en televisiones o en carteles a pie de carretera que ‘la calidad no es cara’ porque por algún lado la distribución se encargará de apretarles bien el cinturón a los eslabones inferiores de la cadena encargados de suministrarles los alimentos.

Pero la realidad es bien distinta. ‘La calidad SIEMPRE es cara’. ¿O acaso no se diferencian los coches de alta gama por su precio? ¿O acaso es igual comer en un restaurante con tres estrellas Michelín que en un McDonald’s? Nadie produce alimentos de forma altruista, ningún agricultor lo es por diversión. Sin embargo, vender tomates o pimientos a determinados precios ‘ganga’ indica que algo falla. A nadie se le ocurriría pensar que va a poder comprar una casa con las mejores calidades y con garaje por 6.000 euros. Sin embargo, ¿por qué se ningunea el valor de las frutas y hortalizas? ¿No son un bien suficientemente preciado para el ser humano?

Detrás de ese kilo de berenjenas o de pepinos hay un genetista, años de investigación antes de hacer comercial la semilla. Un semillero que la planta, un agricultor que la trasplanta, un invernadero acondicionado que la cultiva con una infraestructura cara y con numerosísimos gastos que van desde el agua pasando por la mano de obra hasta llegar a los insectos auxiliares, amén de otras actividades de la industria auxiliar que hacen posible esa explotación y que repercuten en el precio y calidad de ese kilo de berenjenas o pepinos. Y todavía en este recuento el producto no ha entrado al almacén de manipulado, ni se ha puesto en carretera ni ha llegado a su mercado de destino. Es cuestión de sumar y hacer números. Si se respeta la trazabilidad de todo lo anterior y se hacen bien las cosas, ¿quién sostiene aún que la calidad no es cara?

Posdata. Carteles puestos por el suelo por la organización agraria UPA tras un reparto gratuito de hortalizas llevado a cabo hace unos meses en Almería.