El ministro terrateniente

Miguel Arias Cañete cada vez se parece más a aquellos señoritos de la Andalucía rancia y caciquil. Eran otros tiempos, pero algunos gestos no cambian. Después de casi dos años en el Ministerio-Trono (mucha prisa no se ha dado) viene a sus dominios de la provincia de Almería a recorrer dos de las mayores empresas y a darse golpes en el pecho de lo fantástico que es este sector que él gobierna. Desde Madrid, claro.

Y sin ningún pudor les dice a sus agricultores-vasallos que el año agrícola ha ido bien y que se olviden de la rebaja fiscal. Y empieza a sacar números y cifras, como siempre hacen los políticos en estos casos, para justificar que hay que apretarles el cinturón a los productores. ¡Menudo país! ¡Con la panda de sinvergüenzas y especuladores de la banca y el ladrillo y ahora resulta que Hacienda tiene que exprimir el bolsillo a los más currantes! Y luego se preguntarán los políticos el motivo de que ya nadie los crea.

No hace muchos años encontré a Arias Cañete en un restaurante de El Ejido (Almería, España), ¡él ni se acordará! Estuvimos conversando unos minutos y me pareció un tipo de lo más normal, incluso pasaba desapercibido. Pero ahora que ha regresado a las altas instancias el cargo lo ha transfigurado. Ocurre mucho esto. Hay personas que no están preparadas para gobernar, ni para dar órdenes, porque sufren una especie de transformación que solo cesa cuando vuelven a ser ciudadanos de a pie. Pero les ocurre a casi todos, ¿o es que acaso la señora Elena Espinosa o Rosa Aguilar fueron ministras merecedoras del cargo de Agricultura? Por supuesto que no, alejadas de la realidad como le ocurre a Cañete, y en el particular de la señora Espinosa su alejamiento del sector de las frutas y hortalizas era alarmante. ¡Qué tiempos aquellos de la ministra que solo sabía de pesca! En fin.

Pero estaba hablando de Cañete, ¿no? La misma persona que en sus etapas anteriores como ministro de Agricultura (porque ya lo fue hace muchos años) defendió la importancia del acuerdo agrícola de la Unión Europea y Marruecos; es el mismo Cañete que mantiene que este país norteafricano es inofensivo para las empresas españolas. Lo pusieron en el cargo porque en los partidos políticos de este país nadie sabe de agricultura. Y de frutas y hortalizas ni que decir tiene. Digamos que era el menos malo. Aquel dicho: «En el país de los ciegos, el tuerto es el…». Pues así es. Y es también reflejo de la poca importancia que en las grandes esferas políticas se le da al mundo agrario. Es impensable que un ministro de Economía no sepa de Economía, o un ministro de Hacienda no sepa de Hacienda. Pero un ministro de Agricultura, ¡da igual un ministro de Agricultura! «Eso no le interesa a nadie», dicen las elites políticas que gobiernan este país. Una completa desafección. No importa el color del partido. Es una cuestión más profunda.