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Las dos últimas ponencias del I Foro de Agrobío fueron las de Mónica González, especialista en control conservativo, y la de Gregorio Monsalvo, un veterano y bien conocido ingeniero técnico agrícola del campo almeriense desde hace décadas.
Setos e islas de biodiversidad
‘Avanzando en el control biológico de plagas con la implementación de infraestructuras ecológicas’ era el título de la charla de González, que lleva varios lustros trabajando en este proyecto, al principio desde la Fundación Cajamar y en los últimos años desde Agrobío.
“El control biológico por conservación es un complemento para mejorar la supervivencia de los enemigos naturales autóctonos”, explicaba Mónica.
Este modelo está basado en infraestructuras ecológicas que incrementan la abundancia de insectos beneficiosos. “Es muy importante identificar qué plantas autóctonas son atractivas para los auxiliares”, añadía.
Los setos permanentes en el exterior de las fincas determinan dicho control biológico por conservación. Están conformados por especies arbustivas que sirven como barrera frente a plagas, pero además cumplen otras funciones, como ser fuente de fauna auxiliar silvestre.
Junto a los setos Mónica González se refirió también a las islas de biodiversidad. Dos o tres especies arbustivas autóctonas de pequeño tamaño para conservación de insectos beneficiosos en ausencia de plaga, islas que a su vez contribuyen a que los silvestres puedan colonizar la parcela; y en definitiva, estas islas de biodiversidad en el interior de la finca promueven un establecimiento preventivo y precoz de auxiliares.
Rescatar antiguas técnicas de cultivo
Cerraba este foro Gregorio Monsalvo, Goyo, de Agrotec Consulting, que arrancaba preguntando si es sostenible la lucha química. A su entender, no. Dicho control químico tendría que quedar desplazado únicamente para el control de focos y con tratamientos puntuales.
Goyo reflexionó sobre la necesidad de un campo limpio, higiene rural similar al del ‘barrido’ cero impulsado en los tiempos del delegado Juan Deus. También subrayó la necesidad del control climático dentro de los invernaderos para evitar temperaturas extremas para los organismos de control biológico. Una mejora del clima que cuide sobre todo la humedad relativa en el interior de la finca.
En cuanto a la propuesta de trabajo de recuperar técnicas de cultivo – que faciliten el control de plagas, entre ellas pulgones – empezó por proponer el deshoje de plantas de pepino y calabacín, por debajo del fruto cuando la planta tenga 50 cm de altura, como se hacía en los años 80.
“Menos follaje, menos masa foliar facilitará el control del pulgón”, expresaba. “El inconveniente está en los costes de producción, pero aún así el deshoje será más barato que arrancar la finca”.
Las ventajas que aportaría dicho deshoje serían una mayor ventilación, una menor incidencia de mildiu (pepino) y oídio, menor gasto en fitosanitarios, más efectividad de los bichos y mayor calentamiento del suelo en invierno.
Nuevos marcos de plantación
Por último, y también en la línea de facilitar el control de plagas, Goyo abogó por nuevos marcos de plantación en melón y sandía, incluso en pimiento. Las mismas plantas por metro, pero en otra disposición.
“En un cultivo de melón y sandía los tratamientos con cañón desde los pasillos son totalmente inútiles, cuando el cultivo está cerrado”, describía el ingeniero técnico agrícola, “el objetivo es facilitar el control del cultivo por focos y en caso de ataques de pulgón y/o araña roja poder controlarlos fácilmente durante todo el ciclo y sin pisotear el cultivo”.
Goyo acabó lanzando algunas ideas finales en forma de resumen. Claves de cara a futuro como incrementar el número de especies en las sueltas de insectos. Dicha diversidad proporcionaría una redundancia funcional en el control de plagas.
“El control del pulgón no pasa solamente por el uso de insectos auxiliares, tener lobularia y algunas plantas más dentro de nuestros invernaderos, y seguir con la lucha química actual”, resumió, “sino que pasa por nuevas técnicas de cultivo, mejora del clima, control conservativo, más sueltas de insectos y apostar por una mayor biodiversidad”.
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Ana Rubio