Gavá aúna la refrescante y salina brisa mediterránea con el olor a terruño del Parque Agrario del Bajo Llobregat. En su franja costera linda con Castelldefels hacia el sur y a un golpe de vista hacia el norte se vislumbra entre siluetas la gran capital: Barcelona.
En este post hacemos una composición de nuestro último viaje en “tiempos de normalidad”, durante la primera quincena de marzo. No sabemos cuándo regresaremos a esa vida anterior, si es que algún día es posible hacerlo.
Del Parc Agrari del Baix Llobregat hemos publicado en diversas ocasiones (pinchar aquí para leer más), incluso del popular y apreciado espárrago blanco de Gavá que se cultiva en esta área (pinchar), pero hoy como lectura de tarde de domingo y final de semana vamos a ampliar un poco más sobre su cocina, gastronomía e historia.
Los famosos calçots, son esas cebolletas blancas, muy tiernas y sabrosas que se consumen en toda Cataluña y cada vez más su disfrute se está expandiendo a otras partes de España. También son diversas las zonas de producción, desde Tarragona, localidades como Valls, o en la provincia de Barcelona el municipio de Gavá donde nos asentamos en este post.
Os proponemos un lugar singular lleno de encanto, rodeado de naturaleza y de historia. A pocos metros de la iglesia de San Miguel de Eramprunyá se ubica el restaurante ‘La ermita de Brugués’.
Calçots con salsa de romesco y calçots en tempura, butifarra con alubias, pa amb tomàquet, alioli, manitas de cerdo a la brasa y alcachofas también a la brasa acompañadas con vino del Penedés y cerrando con una dulce crema catalana, ¿buena recomendación, verdad?
Después el espacio por su ubicación invita a dar un pequeño paseo por la ermita de San Miquel de Eramprunyá que tiene dos partes: una románica (el ábside y el presbiterio), del siglo XII, y otra renacentista, del 1509 (la nave, el coro y la portada). Alrededor de la ermita hay una inscripción en la roca realizada por Jaume March I, señor de Eramprunyá, en el siglo XIV.
No muy lejos están los restos del castillo de Eramprunyá. Construido como parte del sistema defensivo de la frontera entre Al-Andalus y el Imperio carolingio fue propiedad de los condes de Barcelona.
Gracias a Josep, Juan y Elisabet por acompañarnos en esta última escapada en tiempos de “normalidad”. Ya nadie nos robará el tiempo vivido.
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