En esta última semana del mes de agosto quiero abrir una reflexión sobre los cultivos de verano en los invernaderos de Almería y si la actual normativa de la Administración se ajusta a un modelo con una entomofauna cada día más rica, no ya solo en el interior de las explotaciones, sino también en la calle. He recogido el testimonio de varios agricultores y técnicos para intentar dejar sobre la mesa los pros y contras, por ejemplo, de no emplear mallas anti-insectos o de abrir las bandas del invernadero.
Los partidarios de no utilizar dichas mallas y de ventilar al máximo posible el invernadero sostienen que la normativa vigente estaba pensada en una época diferente a la actual, en la que se hacía uso de agroquímicos que hoy día no se emplean y donde el control integrado era aún embrionario. Pero el campo almeriense ha dado un importante giro en esta última década y media y el exterior es un rico caldo de cultivo de insectos beneficiosos, y no un foco de plagas, capaces de instalarse en los invernaderos que cultivan en verano, si están abiertos.
Pero no, los agricultores que producen en verano tienen que mantener su finca lo más hermética posible, so pena que puedan recibir una denuncia por parte de algún vecino que interprete que ese cultivo en producción es foco de plagas que puedan derivarse a su invernadero, si no se mantiene suficientemente cerrado.
Dicho así, el tema queda planteado, una cuestión compleja con distintas aristas, que bien podría derivar en alguna jornada técnica donde defensores y detractores de la legislación actual puedan exponer sus planteamientos.
Sin pretender dar conclusiones definitivas sobre un asunto tan abierto como éste, sí voy a exponer algunas de las ideas que he ido recogiendo esta semana de las diferentes conversaciones mantenidas con técnicos y agricultores.
En contra de mallas e invernaderos herméticos
Un invernadero cerrado en verano tiene problemas de cuajes y exceso de temperatura. Abrirlo mejora la ventilación y permitiría la entrada de una abundante y variada fauna auxiliar que ya habita en el exterior y que sería capaz de reducir “drásticamente” – expresión utilizada por uno de los técnicos entrevistados – la incidencia en el interior del invernadero de araña roja, pulgón, Tuta y mosca blanca.
Desde que Almería apostó en la década pasada por hacerse adalid del control biológico, convirtiéndolo en bandera, dicha fauna en la calle habría ido creciendo paulatinamente. De este modo y permitiendo su entrada en el invernadero se podría llegar con un cultivo limpio al final del ciclo de verano, sin provocar problemas de sanidad vegetal en las fincas colindantes.
Los defensores de este modelo ponen como ejemplo los cultivos de invernadero en otras zonas de España, y de Portugal, donde no se pondrían obstáculos entre el interior y exterior del invernadero. Además si la tendencia lleva a que cada vez haya más setos y arbustos en los perímetros exteriores de las explotaciones, esa biodiversidad de insectos auxiliares, incluidos los autóctonos, chocaría con la barrera y obligación de mantener cerradas las estructuras.
A favor de la hermiticidad
El argumento contrario se resume así. Cultivos como berenjena son difíciles de mantener completamente limpios de plagas, incluso puede haber plagas con las que la berenjena convive sin graves problemas, pero que en cambio pueden ser un grave inconveniente para otros cultivos próximos como el pimiento. Berenjenas viejas que acaban su ciclo con plagas y que al ser arrancadas se transmiten, por ejemplo, a invernaderos vecinos con pimientos nuevos.
En conclusión, ¿debe o no ser revisada la normativa actual sobre el uso de mallas y otros elementos y prácticas que hagan estanco el invernadero?
Ana Rubio