Intuitivamente se asocia la I+D a sectores como el mundo software, las farmacéuticas, la automoción o el aeroespacial, colocándolos en nuestro subconsciente colectivo en la vanguardia del progreso. Sin dejar de ser cierto, sin embargo hay otro sector, estrechísimamente ligado a la agricultura, que es aún más intensivo en investigación. Las casas de semillas destinan de sus ingresos entre un 15%/25% – dependiendo de la compañía – a la I+D.
Esto explica que el agricultor pueda encontrar año tras año nuevos materiales genéticos que renuevan y mejoran el panel varietal. Si no hubiera investigación constante por parte de las casas de semillas, no habría jornadas de puertas abiertas, visitas de campo ni eventos a los que estamos acostumbrados a asistir en el calendario agrícola.
“En el sector de las semillas hay más investigadores que comerciales”, explicaba hace unos días Antonio Villarroel, secretario general de Anove, Asociación Nacional de Obtentores Vegetales, en la jornada celebrada en el centro de I+D de Semillas Fitó en El Ejido, Almería.
Anove, que viene a ser la patronal de las firmas de semillas y que está integrada por 48 entidades, organizaba esta actividad para dar visibilidad a la cocina que hay detrás de una semilla. La consejera andaluza de Agricultura, Carmen Ortiz, estuvo presente también en el recorrido organizado por Fitó para mostrar de manera didáctica el proceso de obtención de una nueva variedad hortícola.
El centro I+D de Fitó en El Ejido
Desde que se inicia el proceso hasta que se obtiene una variedad comercial pueden pasar entre 9 y 11 años. Víctor Megías, mejorador genético de tomate de Fitó, y Javier Rodríguez, jefe de ventas en Andalucía y Canarias, fueron los encargados de hacer el recorrido por las instalaciones de I+D de Fitó en El Ejido. Se visitó un invernadero de pepino con ensayos de híbridos y otro de pimiento en el que un grupo de operarias realizaban la hibridación.
De forma esquemática, si el proceso de obtención fuese una escalera, los escalones serían los siguientes: Población genética – Selección de plantas. Se segregan – Se seleccionan caracteres para obtener líneas puras – Hibridación – Ensayos de híbridos – Híbrido variedad comercial.
“Es una mejora genética tradicional, con ayuda de la biotecnología, pero este proceso ocurriría por si solo de forma natural, lo que hacemos es acortar los plazos de la naturaleza”, explicaba Víctor Megías.
Las empresas de I+D para obtener las líneas puras (dos de ellas conforman un híbrido) utilizan muy diferentes caracteres, atributos que se mezclan para lograr dichas líneas. En los primeros seis años son de vital utilidad los marcadores moleculares, que ayudan a desechar y aligerar el proceso. Conseguidas las líneas puras se lleva a cabo la polinización (hibridación). Entre 5 y 7 años han transcurrido ya.
Los siguientes cuatro años se destinarán a los ensayos con los híbridos. “De cada híbrido programado solo el 0,1% tendrá éxito”, señalaba Víctor Megías.
4 años de experimentación en el centro y con agricultores
Durante el primer año de experimentación en la estación de I+D el mejorador controla unos 500 híbridos. De éstos solo quedarán 5 al año siguiente, donde el seguimiento se seguirá haciendo en el propio centro. Un año después, el tercero, quedarán entre una y dos variedades que se comenzarán a ensayar en invernaderos de agricultores colaboradores. Serán fincas comerciales en las que se comprobará la aptitud de la variedad. Y finalmente el cuarto año de experimentación. A esta fase es posible que no llegue ninguna variedad o que lo haga una sola. En ese caso, ésta será la nueva variedad comercial.
Todo lo anterior es posible porque las casas de semillas reinvierten en I+D casi un cuarto de sus ingresos. Sin embargo, desde Anove se quiso hacer hincapié en esta jornada en los efectos perversos que provoca la piratería varietal, cuya incidencia puede afectar a la inversión en investigación de las compañías obtentoras de semillas.
En hortícolas la reproducción ilegal se encuentra sobre todo en tomate, con porcentajes en el sur y levante español que irían entre un 10-25%. Cifras aún muy inferiores a las que se dan Italia, por ejemplo en Sicilia; pero que suponen a día de hoy el mayor obstáculo al que se enfrentan las compañías de semillas.
Para prevenir dichas prácticas Fitó ha lanzado al mercado el Fitovale. “El objetivo es evitar el fraude. El 25% del valor de la semillas se reinvierte en I+D. Si hay fraude, no hay investigación y, si no hay investigación, no habrá renovación varietal”, comentan desde Fitó.
La propia consejera andaluza, Carmen Ortiz, insistió en que la elección el productor se decante siempre por variedades certificadas.