Mirarse el ombligo

Mirarse el ombligo, de vez en cuando, para comprobar que nuestra anatomía conserva su geografía inicial está bien. Pero eso, solo «de vez en cuando».

Porque cuando mirarse esa parte del cuerpo se convierte en la norma, entonces tenemos un problema.

¿Qué piensan los agricultores y el resto de profesionales que viven de este sector cuando leen, ven o escuchan en los medios de comunicación siempre la misma cantinela sobre lo buenos que son nuestros productos hortofrutícolas, lo innovadores que somos y lo guapos que salimos en las fotos? Siempre sonriendo, ¡claro!

El consejero de Agricultura de Andalucía, Luis Planas, visitaba estos días las instalaciones del grupo Agroponiente. Un motor del campo andaluz, nadie duda de ello, y además ejemplar en muchos aspectos. ¡Enhorabuena! Sin embargo, si atendemos a lo que se dijo, pues más de lo mismo: calidad, los mejores del mundo, los alimentos más sanos, etc., etc., etc. Quizá al ingeniero informático especializado en aplicaciones móviles, al mecánico con un taller de repuestos o al farmacéutico de la esquina le puede resultar enriquecedor, pero no a los profesionales de este sector. ¿Qué les cuentan de novedoso los medios de comunicación tradicionales o los representantes institucionales?

Pero hay más. Si miramos la hemeroteca y echamos la vista atrás, nos encontramos con que esas mismas palabras y ese ensalzamiento de nuestras bondades ya fueron dichos años atrás por otra consejera con otro nombre, por otro consejero que la precedió y así sucesivamente.

En resumen, que siempre se dice lo mismo y siempre nos lo decimos a nosotros mismos. ¿No sería más rentable, útil e inteligente emplear ese discurso en los mercados exteriores que son los que compran esa misma hortaliza tan innovadora, sonriente y de una calidad que nos la quitan de las manos? Algo falla, si somos tan buenos y, sin embargo, se paga una miseria por nuestras hortalizas.

Autobombo.