Esther es una agricultora del campo de Níjar, socia de la cooperativa almeriense Coprohníjar. Hace cinco años empezó con el control biológico por conservación, aunque nos comenta que los dos primeros años fueron de “prueba/error” y que en los últimos tres ejercicios ha conseguido afinar su modelo y manejo.
“Llevo tres años sin usar fitosanitarios ni productos de contacto, hay que cambiar la mentalidad y se puede hacer. La clave está en la biodiversidad”, señala esta agricultora que recibía esta semana pasada el Premio a la Mujer Agro, otorgado por el diario Ideal.
“El control biológico es el futuro y es lo que puede mantener a Almería a flote porque reunimos las condiciones necesarias para hacer posible otro tipo de agricultura más sostenible y que cuide del entorno. Y Almería cuenta con las condiciones precisas para poder hacerlo, es un valor diferencial por el que hay que apostar y que hay que inculcar a las próximas generaciones”, añade esta agricultura que además produce en ecológico sus cultivos de pimiento california, en otoño, y sandía, en primavera.
Siguientes generaciones de jóvenes como los que visitaban su explotación hace unos días en el marco de unos cursos sobre polinización y empleabilidad puestos en marcha por el ayuntamiento de Roquetas, Cámara de Comercio de Almería y EFA Campomar. Este grupo de las imágenes estaba coordinado por el profesor Juan José Rodríguez, de esta Escuela Familiar Agraria asentada en Aguadulce.
Esther Molina como anfitriona les habla tanto sobre las plantas autóctonas que tiene en el exterior del invernadero como sobre los reservorios que fomenta en el interior. Fuera dispone de hasta quince distintas familias, entre ellas romero, olivo silvestre, hinojo, esparto, margarita marítima, lavanda o siemprevivas. En el interior los reservorios son de hinojo, cebada, maíz, girasol, cilantro, trigo sarraceno, eneldo o lobularia, entre otras.
“El depredador en fase adulta se alimenta de néctar”, apunta en referencia a la importancia de estas plantas que sirven para dar cobijo en la alimentación y en la reproducción.
Molina durante su explicación se detiene en los cereales para precisar un detalle importante: “Hay que infectarlos con el ‘pulgón del cereal’ para que nuestros depredadores puedan comer carne. Se puede hacer en la cebada, también en el maíz y es primordial para que puedan comer las crisopas, los aphidoletes, las mariquitas o los sírfidos en su fase larvaria”.
A continuación describe la importancia de vigilar los focos de una plaga como el pulgón, ya que se reproduce con gran rapidez. Y por supuesto explica al grupo de EFA Campomar el momento de las sueltas de auxiliares como orius o swirskii, entre otros.
Finalmente, Esther Molina concluye con algunas recomendaciones sobre el cuidado de la humedad, el encalado del invernadero o la necesaria biodiversidad.