Firma invitada.- Carmen Belén Barrilado Ferrer
Aquí sumergida entre invernaderos, muestro mi interior y abro mi corazón en este escrito.
No es fácil ser madre trabajadora hoy en día, además si eres autónoma en agricultura y tienes un hijo con necesidades, aún es más difícil.
En la agricultura hoy por hoy no tenemos ninguna seguridad, nadie nos defiende, somos de la UE; sin embargo se traen productos de terceros países sin la misma igualdad de condiciones que a nosotros nos obligan a tener, en desigualdad no podemos competir, las instituciones, el gobierno o la Unión Europea debería de tomar medidas en el asunto y controlar la trazabilidad tanto de origen como del precio que se le paga al agricultor. No puede el consumidor pagar por un producto un precio elevado, debería de estar todo ello más controlado, quien más invierte y se sacrifica a diario es el agricultor y muchas veces lo hace bajo costes de producción. Pero en el mercado los precios oscilan mucho más altos y más o menos tienen un lineal de precios, no veo las subidas y bajadas tan bruscas como tenemos nosotros a pie de campo, sacamos lo justo para empezar otra campaña y así estamos obligados a ser esclavos de nuestro trabajo y muchas veces ni así, salen las cuentas.
Todo ello debería de haber algún organismo que lo controle, tantos controles que hay para todo y sin embargo este sector está a la deriva desde hace muchos años, cada vez se hace más complicado subsistir de la agricultura, todo son subidas, menos los precios que son los mismos desde hace 20 años o más, cada vez tenemos menos margen de beneficio con lo cual se van viendo cada vez más invernaderos abandonados y es que este medio de vida cada vez es más insostenible.
Vivimos en la incertidumbre continúa, con todo invertido para poder desarrollar nuestro trabajo y echar una campaña más, todo ello con la esperanza de que la siguiente campaña sea mejor que la anterior y así año tras año. No es fácil vivir sin tener ninguna garantía, solo tienes la garantía de los gastos de producción, de la inversión que se hace para empezar, y lo dejamos todo en manos de lo que vaya a pasar y a como nos quieran pagar nuestros productos a los que tanto esmero les ponemos.
Tengo 40 años y llevo toda mi vida viviendo de la agricultura, desde pequeña ya me gustaba esta manera de vivir, crecí viendo a mis abuelos y a mi madre trabajar en el campo y con 23 años me metí en el banco para comprarme mi propia finca, sabía que con ganas e ilusión podría ponerla en marcha. Ya llevo unos años trabajados tanto a jornal, en almacenes y en mi propia tierra, o sea que ya sé lo que es vivir y sufrir la incertidumbre de no tener nunca nada por seguro.
Lo primordial en la vida es la salud, muchas veces no somos conscientes de darle gracias a la vida por poder vivir otro día más, muchas veces yo misma me digo “¿Cómo aprendiste a volar? Y sin duda alguna es porque alguna vez he tocado fondo”.
Muchas veces la gente dice que los agricultores siempre estamos llorando, y es que lo exponemos todo a tantas cosas que nunca tenemos una seguridad que nos permita poder dormir tranquilos, pero cuando haces lo que te gusta, lo haces con cariño, lo haces con ilusión y lo haces intentando hacerlo todo lo mejor posible.
Desde que siembro hasta que veo las primeras flores que van picando los abejorros te va llenando de satisfacción y orgullo de hacer tu trabajo bien, cada vez es más complicado puesto que las exigencias así lo requieren, pero sigues aprendiendo año tras año, le pones cariño e ilusión a cada campaña, y aunque se dependan de muchos factores para obtener beneficio, si es lo que te gusta, te sientes feliz.
Quien lo tiene todo invertido en como salga la próxima campaña, estoy segura que me entiende perfectamente. Vienen vientos, lluvias, granizadas, heladas, plagas, y un largo etc.. pero también vienen días buenos, días de ver cómo con esfuerzo consigues empezar a recolectar tus primeros frutos, los primeros ingresos después de tanto trabajo y tanta inversión, y te sientes bien, siempre pienso olé yo, lo conseguí.
De ahí en adelante también tenemos los momentos duros de precios bajo costes, de seguir mimando con el mismo cariño a tu plantación, aún sin sacarle beneficios, siempre está la esperanza de que suban. De mis abuelos aprendí mucho, una de las cosas que siempre tengo en mente es que a la tierra no se la engaña, no puedes recortar gastos en hacerle las cosas, a la larga lo que no inviertes te lo quita por falta de carencias.
Cuando después de todo te conviertes en madre, empecé a valorar todo el esfuerzo que han hecho por mí. No hay nada más grande en este mundo que el ser mamá, todo te cambia, tienes que ajustar tu trabajo a la llegada de tu hijo, en mi caso no me resultó sencillo puesto que nació con una serie de características que sospechaban que algo no iba bien y tenía siempre una preocupación e inseguridad, aparte del trabajo ya tu prioridad pasa automáticamente a ser tu hijo lo que más quieres y te importa en la vida, con lo cual las mujeres tenemos que aprender a llevar la tierra, la casa a ratos conforme se va pidiendo y a criar a los hijos, desde luego todo esfuerzo merece la pena.
Y es que a día de hoy mi hijo ha logrado avanzar en muchas cosas; pero para ello primero he tenido que aprender, aceptar y haberlo pasado mal también, hoy por hoy mi hijo aún con su discapacidad está logrando todo lo que hace un niño de su edad, pero ya tu vida no solo depende de la preocupación de tu medio de vida, hay algo más importante en lo que tienes que dedicar tiempo, cariño y esfuerzo, en dar un apoyo que muchas veces depende de un gasto económico el cual se hace durillo, cuando solicitas ayudas y te las deniegan por ser autónoma, te sientes vulnerable, te sientes que eres solo un número, que solo ven lo que facturas, pero no se preocupan en los gastos que tienes, en la sociedad hay mucho desconocimiento de la discapacidad. Mi hijo es quien más me ha enseñado, es quien me ha hecho ver la vida con los pies en el suelo, siempre digo que él es mi pequeño gran maestro. De él he aprendido a superar mis miedos, sentirme más segura, enfrentarme a cada situación por complicada que sea, y por eso le debo todo a él.
Intento darle toda la ayuda que puedo y que mi conciencia siempre esté tranquila de que he hecho todo lo que estaba en mi mano por él. Veo cómo avanza y eso me ha dado fuerzas para dar visibilidad a la discapacidad y es que entre terapia y terapia conoces a gente extraordinaria, gente que son todo para sus hijos, gente que se entregan en cuerpo y alma por ayudar a sus hijos y hacen lo imposible porque así sea. Todo eso te hace empatizar más, te muestra una realidad que se desconoce por la sociedad, y es que hasta que no lo vives no eres consciente de la importancia de las palabras, de los gestos y de la importancia de la salud.
Cuando ves que niños independientemente de su problema le quitan las terapias al cumplir los 6 años, como si se tratase de una condena de la que muchas familias no pueden hacer nada por y para sus hijos, se te viene el mundo al suelo, porque eres consciente de que los derechos no son justos. Ahí empezó mi lucha con la discapacidad, las fuerzas me las dio mi hijo y todo cuanto hago, lo hago por los que he ido conociendo, por los que no conozco, pero sé de ellos y por los que vendrán.
Normalmente solemos juzgar los comportamientos sin saber todo el esfuerzo y trabajo que puede haber de cada persona, todo ello te enseña a ver el mundo de manera más bonita, de una forma más humana, y lo hago con todo mi cariño, porque el “no” ya lo tenemos y por ello debemos mostrar la realidad a la sociedad y si consigo concienciar un poco a que empatizen y se paren a pensar antes de juzgar, ya con eso aún sin conseguir nada, lo he ganado todo.
Cuando todo depende del campo, por mucho esfuerzo que le pongas a tu trabajo no te garantiza nada. Aprendes a aceptar y agradeces todo cuando tienes, y te sientes bien, porque te sientes realizada y orgullosa de ti misma, y empiezas a luchar y mostrar la realidad de lo que eres, lo que tienes y a compartir parte de tu intimidad para ayudar a otras familias.
En la agricultura pasa lo mismo, nunca tenemos la seguridad de nada, y cuando te pasa cualquier cosa no empiezas de cero, empiezas con menos ceros que cuesta salir del bache; pero por difícil que sea el obstáculo si se tiene salud, todo se puede, y te levantas más fuerte, porque de los peores momentos que se viven, esos son en los que más te enseñan y más fuerte te hacen.
Por eso no desisto en las dos luchas que llevo, una es la de mi hijo y la discapacidad, la otra es la de intentar dar visibilidad a los compañeros agricultores de que juntos podemos cambiar muchas cosas, pero sin lo principal que es la unión, cada uno luchado por sí mismo jamás conseguiremos nada. He empezado con Unión de Agricultores Independientes, y por lo menos se ve más movimiento que por parte de otros sindicatos, asociaciones, etc, es decir, que todo es bueno puesto que la lucha es la misma, debemos de ayudarnos, apoyarnos y unirnos para hacer fuerza y presión donde digamos.
Basta ya de sufrir en silencio, también tenemos derechos y esos debemos de defenderlos nosotros mismos, entre todos podemos conseguirlo.
Me despido diciendo que gracias a todo el esfuerzo, mi hijo es un niño más, es el niño más feliz, y eso es lo que me importa, que tenga salud y que sea feliz. Ya llegará donde él pueda llegar, siempre estaré a su lado para ayudarle.
Los agricultores somos una gran familia y siempre la humildad nos ha hecho ser más luchadores, gracias a todos por leerme y me despido con la esperanza de que juntos podamos unirnos.
Un saludo.