Ahora que hay mesas de diálogo entre el Gobierno y las organizaciones agrarias con las que mantiene comunicación (Upa, Coag y Asaja, aunque en España el asociacionismo agrario es más amplio y hay otros importantes colectivos con los que no hay interlocución), hay también que insistir en las posibles soluciones al mal que sufre todo el campo español. La medida transversal que paliaría gran parte de la crisis estructural del mundo agrario sería recuperar el principio de preferencia comunitaria que la Unión Europea eliminó hace unos años. Desde entonces la agricultura española ha caído en picado hasta tocar fondo hoy día. En paralelo a su supresión.
¿Qué es la preferencia comunitaria? Es un principio fundacional de la Unión Europea, que las organizaciones agrarias en su totalidad quieren recuperar (incluidas esas otras con las que no hay interlocución), y que supondría dar preferencia a las producciones de los países miembros de la Unión Europea frente a las de terceros. De este modo – bajo el abrigo de la preferencia comunitaria – cualquier producto agrícola producido dentro del seno de la UE tendría prioridad sobre los productos foráneos, ya sean las fresas, tomates o calabacinos de Marruecos, los cítricos de Sudáfrica, el arroz de Asia, las frutas del continente americano o el aceite del norte de África, entre otros productos importados. Significa en la práctica que solo se importaría cuando no hubiese producción propia suficiente para abastecer a los mercados de los países europeos.
No se trata de inventar ese principio, sino de recuperarlo porque ya existía.
El principio de preferencia comunitaria, que se creó para asegurar la soberanía alimentaria de los países europeos, sería el mejor regulador de los mercados, esa oferta/demanda se reequilibraría, evitando la sobreproducción que tanto beneficia a los que especulan con las frutas, verduras, cítricos, frutos secos, aceites, lácteos o carnes.
Pero la preferencia comunitaria no es interesante para esa parte de la cadena agroalimentaria que se queda con la mayor parte del pastel. A esas grandes empresas distribuidoras les interesa que haya mucha demanda de terceros países para poder empujar a la baja los precios españoles y europeos. Muy sencillo. Si hay mucho tomate de Marruecos, el comprador juega con la baza de comprarlo de Agadir antes que de Almería si el productor almeriense no le ajusta el precio a la baja. Este ejemplo, que se traduce en malvender el producto, se puede extrapolar a todos los demás artículos de la rama agraria.
La apertura de mercados sin control, sin preferencia comunitaria y sin control en aduanas (los cupos no se respetan y no se pagan aranceles) está provocando que unos pocos se enriquezcan a costa de un modelo familiar que está agonizando en todo el país.
Hacemos pobres a los productores españoles para enriquecer a los capitales europeos, incluyendo españoles, que se van a Marruecos a producir más barato y a importar género también más barato. Un negocio puro y duro. El análisis es muy sencillo. Sin embargo, se buscan soluciones muy enrevesadas.
Demasiados intereses cruzados.