Si el agricultor fuera taxista

Saldría en televisión.

Sí, si el productor de alimentos fuese taxista o estuviese en una plataforma tipo Uber o Cabify saldría en los telediarios y en los programas informativos de mañana o tarde de las grandes cadenas.

Pero no, el agricultor no es taxista ni conductor profesional. Así que en la tele no sale.

Si el agricultor fuese fabricante de coches y no de alimentos entonces también saldría en televisión. Cualquier estornudo de una fábrica de automóviles, por pequeño que sea, supone un tsunami entre la clase política. A esa central de automóviles que anuncia una reestructuración de la plantilla o posibles despidos acuden como la miel los grandes medios y los políticos de turno en salvaguarda de dichos empleados. Afortunados ellos. Pero el sector agrario está a años luz de recibir la atención y mimo del sector automovilístico.

Ni el productor de tomates, ni el de pepinos, ni el de naranjas ni frutales atrae turismo. Así que el agricultor tampoco sale en televisión porque no pertenece al sector servicios. El agricultor es hijo del sector primario, ese que es arcaico, que viene del pasado y que nos mancha las manos. Por eso el agricultor no aparece en televisión porque proviene de un sector rancio que no inyecta capitales sobre las arenas y chiringuitos de nuestras playas.

Las naranjas, los tomates y las fresas hay que traerlas de Marruecos. El productor español es a todas luces un tapón para las producciones de terceros países a los que hay que abrirles las puertas de par en par para que nuestros vecinos – los más cercanos, pero también los más lejanos y de otros Hemisferios – puedan abrazar el bienestar que a nosotros se nos escapa cuando nuestros cítricos, frutas y verduras sobreviven casi toda la campaña por debajo de costo.

El agricultor no sale en televisión porque no es importante y va a contracorriente de la modernidad.

Y además porque vive desunido.