Una poesía salida del Mediterráneo es la provincia de Valencia. Una semana recorriendo sus distintas comarcas de interior y de costa dan para mucho. Casi para enamorarse después de poner olfato y color a Vall de’Albaida, la Safor, Ribera Alta y Baixa y las comarcas del gran cinturón de la capital como son Horta Nord, Horta Oest y Horta Sud.

Huertos de cítricos, naranjas y clemenules, que conviven con sus vecinos los kakis, que cada vez van quitando más terreno a los primeros. Es la reconversión que tiene continuidad con la irrupción desde hace unos pocos años de los aguacates y quizá lo más reciente, o por lo menos lo que me ha resultado más sorprendente, ¡¡los kiwis!!

Valencia son los campos de chufas de Carpesa o Almassera. Sus horchaterías que emergen entre la huerta, algunas en el propio campo invitando al urbanita a adentrarse en un ambiente más amable. La chufa se cultiva en pequeñas localidades que rodean a la capital en su cara norte. Conocimos a una productora que nos relató cómo su familia cultiva su propia chufa desde finales de los 50 y luego se sirve en su propio local. Requiere un suelo y unas condiciones muy particulares, lo que explicaría el sello identitario que supone para el valenciano este bulbo.

Ocasión tuvimos también de alcanzar el Mediterráneo por Alboraya y conocer los pequeños canales de Port Saplaya. Desde allí pudimos otear al fondo la Malvarrosa, la playa de la ciudad de Valencia.
Valencia es su Albufera y sus arrozales. Miramos ya hacia el sur.
Desde Sollana hasta El Palmar recorrimos la parte más bonita del camino. Flora y fauna entre arrozales y nosotros acompañados por un silencio solo roto por el graznido de algunas aves. Una sensación de tranquilidad que te absorbe y que quisieras trasladar a todos aquellos que quieres y amas. En este lugar no hay espacio para crispaciones.
Más adelante, pasado El Palmar, y alcanzado El Perellonet primero y El Perelló después el paisaje ya cambia. Los campos de arroz se sustituyen por pequeñas huertas hortícolas, incluso en una larga carretera que corre paralela a la playa se vende producto local, verduras y tubérculos, a pie de calle.
Hay pequeños invernaderos de arco, con estructura elemental, parcelas de tomate de unos pocos cientos de metros cuadrados, a los que acompañan algunos cultivos al aire libre como melón o sandía. En torno al municipio de El Perelló logré contar hasta dos cooperativas de tomate, en esta zona sí vimos algunas estructuras invernadas con mayor tecnificación, incluso con otras producciones como pepino.


La línea costera hacia el sur conduce al viajero hasta el Faro de Cullera y posteriormente al pueblo del mismo nombre. Superado éste regresan los campos de cítricos y los hortícolas quedan reducidos a pequeñas plantaciones de calabacín al aire libre rodeadas de bosques citrícolas. Es el final de la Ribera Baixa que da paso a la comarca de la Safor, eminentemente pintada de naranja.

La Safor son cítricos y playas de arena blanca que jalonan el litoral mediterráneo en torno a Gandía.
