Visto desde fuera se hace extraño ver cómo 117 agricultores individuales – que representan a centenares de vecinos de La Rábita, El Pozuelo y Huarea – están con el agua al cuello sin que sus representantes políticos estén dándoles apoyo. Se me hace raro, y me resulta triste ver cómo hombres y mujeres que solo saben trabajar la tierra tengan que acudir a las puertas de su ayuntamiento para pedir auxilio. Pero nada. Es como predicar en el desierto. Silencio absoluto.
Ana y yo fuimos este viernes a mediodía hasta la plaza del Consistorio de Albuñol (Granada) para informar sobre la concentración organizada por la Plataforma de Agricultores Afectados por la Dirección de Costas. Allí estuvieron los afectados, acompañados de algunos vecinos que querían mostrar su apoyo, pero del ayuntamiento no salió nadie. Ni a dar los buenos días.
“Yo no soy afectada, pero no quiero que mi pueblo retroceda, no quiero que se empobrezca”, me decía Mª del Mar, una vecina muy preocupada si se lleva a cabo el anuncio de derribarles los invernaderos a los agricultores del litoral de La Rábita, El Pozuelo y Huarea.
Y es que cualquiera que conozca la zona bien sabrá que aquí la agricultura es el único pilar y pensar en otros es no tener los pies en el suelo. El turismo aquí no existe, ni se dan las condiciones para que pueda surgir. Tampoco hay industrias, ni se las espera. Albuñol está en el límite con Almería, Adra es pueblo vecino hacia oriente, y el resto de la costa granadina hacia occidente. La Rábita y las otras dos pedanías están encajonadas en una lengua de tierra. Al norte la montaña, al sur el Mediterráneo. Y esas familias viven de una agricultura que las empujaría a la pobreza, si se desmantelan los invernaderos. ¿O acaso no son importantes estas pequeñas poblaciones? No por ser pequeñas hay que ignorarlas.
Y es que detrás del problema que no deja dormir a todas estas familias hace mucho frío. Es sorprendente la indiferencia que sufren. Salvo algunos medios nacionales que han contado lo que está sucediendo, salvo Agricultura Viva en Acción y salvo Ecohal (asociación representativa de las alhóndigas), no me vienen a la cabeza entidades – ya sean sociales, políticas o empresariales – que se hayan mostrado preocupadas por el futuro de estas personas. Son 25 hectáreas, lo que en otras zonas equivaldría a media docena de agricultores, pero aquí, en la costa de Granada, concretamente en el litoral de Albuñol, el perfil es minifundista. Agricultores pequeños, que suman menos de media hectárea cada uno, y con ello viven muchos (redistribución equitativa de la riqueza, según algunos economistas). Más de un centenar, hasta 117 agricultores, a los que les va la vida en ello.
En la concentración de este viernes muchos testimonios más, como el de María, una agricultora que vino a mostrarnos los recibos del invernadero que le quieren tirar al suelo. Ana fotografió recibos de pago efectuados al ayuntamiento de Albuñol en concepto de IBI rústica, y también otros recibos sobre agua, relativos a la Agencia Andaluza del Agua. En definitiva que estos productores han pagado y siguen pagando por la actividad de sus invernaderos a entidades públicas, como las nombradas, y a otras privadas, como los bancos. Créditos sobre fincas que quieren desmantelarse, hasta el punto de que podría darse la paradoja de que un agricultor tenga que seguir pagando su letra al banco por un invernadero que ha sido destruido. ¿Sorprendente, triste o propio de una República bananera?
También estaba en la protesta Antonio, productor de tomate cherry al que le pretenden arrebatar 4.500 metros. Pertenece a la segunda generación, su padre fue el primero y su hijo representa a la tercera generación de productores cultivando ese invernadero que peligra.
Hablé además con Rafael que compró el invernadero hace tres años. “¿Y ahora qué?”, me dijo (…). En fin, testimonios hasta 117 se pueden retratar. Ya lo hemos hecho en otros artículos del blog. Para quien quiera leer más os los dejamos a continuación:
- Agricultores de La Rábita defienden sus invernaderos del inminente derribo de Costas
- Protestas en Motril para evitar la demolición de invernaderos en la costa
- Calma tensa en La Rábita. Los agricultores vigilan sus invernaderos
Las máquinas aún no han llegado, pero se rumorea que vendrán esta semana. Me recuerda al cuento del lobo. Al final llegó, pero con decirles a los pequeños que era solo un cuento, el horror desaparecía; sin embargo, la realidad siempre supera a todas las ficciones. En este momento hay demasiadas familias de agricultores de la costa de Granada que no saben qué pasará mañana.
Juan Fernández ,muy triste no pensar en las necesidades de esas ppersonas,de wque viven ahora . Muy triste.
fe de erratas:
donde dice:
¿Sorprendente, triste o propio de una República bananera?
Deberia decir:
¿Sorprendente, triste o propio de una monarquía bananera?
No hay nada mas bananero que una monarquía.
SAludos y mucha fuerza a las familias afectadas. Les pasa por ser de clase trabajadora, no quisiera pensar que hubiese sido si los afectados fueran unas de esas superempresas que nos acosan.