Sobre un edificio de gran altura en La Haya. Son huertos urbanos, pero no a pie de calle, sino sobre los tejados. Un proyecto inédito por cuanto aúna acuicultura y agricultura. En una planta inferior cultivo de tilapias y en la superior cultivo de hortalizas.
El compañero de Ideal, José Esteban, me retrataba en un lineal de pimiento. Y es que Koppert nos invitaba esta semana a un grupo de periodistas españoles, especializados en el agro, a conocer Holanda en un viaje que conmemora el 50 aniversario de esta compañía referente en el control biológico de plagas y enfermedades agrícolas. La visita la he dividido en tres capítulos. Uno de ellos dedicado a esta peculiar iniciativa de Urban Farmers; el siguiente os mostrará el mercado de Rotterdam, Market Hall; y finalmente el post más interesante, el que destapará el Sancta Sanctorum del control biológico, esto es, la casa de Koppert. De menos a más, como en las buenas historias.
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Sofia es una joven holandesa convencida defensora de este proyecto. Fue ella quien explicó que la idea es cerrar un círculo sostenible en la producción de pescado y verduras. Puso algunos ejemplos del transporte en contenedor desde China, de lo que hay detrás de la globalización en la logística de perecederos y de la huella del carbono de la que no suelen ser conscientes los consumidores. Argumentos que utilizó para defender la proximidad de los alimentos, tanto vegetales como pescados.
Urban Farmers trabaja bajo un circuito cerrado, ubicado en las dos últimas plantas de un edificio de La Haya. El agua de las tilapias, una vez tratada y con el aporte de algún fertilizante, se recircula para regar lechugas, plantas aromáticas, tomates, pimientos, berenjenas o pepinos. La calefacción usada en todo el edificio sirve también para calefactar el invernadero de la última planta.
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Una iniciativa curiosa. Es evidente que no es el futuro de la alimentación en el planeta, hay que verla como una singularidad y tal vez nos sirva de enseñanza para que nosotros – que venimos y defendemos otro modo de producción – sepamos buscar nuevas fórmulas para dar a conocer lo mejor de nuestra agricultura.
Holanda sabe engrandecer las virtudes de su modelo y empequeñecer sus defectos y debilidades; y a nosotros nos ocurre justo lo contrario. Nos falta poner en valor lo bueno que sabemos hacer, que es mucho. Marketing e imagen en nuestro debe.
Tilapias y hortalizas de proximidad sin huella de carbono, o mínima. Es la innovadora carta de presentación de este huerto urbano holandés.
Por otro lado, los invernaderos del sureste español pueden promocionar sus bondades. Usamos luz solar (ausencia de combustibles fósiles), nuestros invernaderos son sumideros de CO2, el plástico provoca un efecto albedo que reduce la temperatura a nivel local, ese mismo plástico se recicla, nuestra huella hídrica es reducida, nuestros alimentos son sinónimos de calidad y seguridad alimentaria, etc. Son dos modelos distintos y con semejanzas (por ejemplo, en ambos está consolidado el control biológico), necesarios para alimentar a este planeta. La lección y reflexión está en aprender a promocionar nuestras bondades, ya que nuestros vecinos centroeuropeos saben vender muy bien las suyas.
¿Cabemos todos? Pienso que sí. Ambos modelos comparten la preocupación por la sostenibilidad, y aportan sus propias soluciones no siempre coincidentes.