Cualquier disco de Alicia Keys es apropiado para entrar en Sierra Espuña, sobre todo en estos meses de menos luz a los que hemos dado abrigo con el cambio horario de las últimas semanas. Noviembre es deliciosamente dulce para conocer esta serranía de la región murciana a la que se puede acceder por Alhama de Murcia en dirección al Berro o bien desde Aledo vía Totana. Tanto desde occidente como desde oriente se alcanza una sierra en la que reina el silencio en ambas caras, en sus dos vertientes.
Entre estos pinares no hay turistas de Canon y Nikon, es un lugar desconocido para ese turismo de masas que recorre las costas mediterráneas y las principales capitales del país. El escaso número de alojamientos es el mejor termómetro para ser conscientes de que entre estas penumbras no vamos a sufrir la muchedumbre.
En Sierra Espuña Ana y yo hemos conocido esta semana a un grupo de espíritus inquietos que viven en un espacio llamado ‘Jardines de Acuario’. Varios de ellos hacen agricultura ecológica, pero de ello os hablaremos entrada la semana en su correspondiente sección dedicada al agro. Ahora solo pretendemos compartir con vosotros algunas instantáneas tomadas en este espacio que cautiva a cualquier viajero. Incluso al demandante de urbe.
En los ‘Jardines de Acuario’ hay media docena de casas de madera que dan cobijo a varias familias que presumen con orgullo de vivir en una zona blanca, esto es, libre de contaminación electromagnética, acústica y luminosa. Uno de estos afortunados, Juan Antonio, me explicaba que aunque tiene casa en Alhama de Murcia, de donde es natural, siempre duerme entre estos riscos. Es tal su devoción a esta naturaleza que su mujer dio a luz en su propia casa con ayuda de una comadrona. Después de escuchar su emotivo relato entiendo que me explique que desde hace tiempo tienen el deseo de constituir una ecoaldea con su propio colegio. Y es que más allá de las casas de madera de los ‘Jardines de Acuario’, Sierra Espuña está morada por cortijos diseminados en los que habitan hombres y mujeres de espíritu imperiosamente libre.
Libres de todos los plurales. Y sin ataduras invisibles. Dueños de su silencio. De cada minuto con todos sus segundos, y de cada hora que conforma el día a día que da pie a las semanas del calendario. Tras profundas reflexiones, tintadas por mi búsqueda de la armonía y no sin el esfuerzo de dar quietud a mis atmósferas y circunstancias, logro buscar la canción que antes no sabía nombrar. ‘Empire State of Mind’ de Alicia Keys. Es entonces cuando todo cobra sentido.
Pocas horas después, en ese intervalo entre las 6 y las 7 de cualquier día del mes de noviembre, la luz va cediendo su espacio a la noche. Y como casi siempre que recorro el campo de Cartagena, también aquí en Sierra Espuña, me tropiezo con un cielo que se puebla de rosas y azules con tonalidades moradas. Es el atardecer que dibuja siluetas. Mirando a las montañas sus formas son suaves, como la caricia que viene precedida de una voz aterciopelada.
De nuevo suena Alicia Keys. Una y otra vez.
Estoy buscando un lugar en una comunidad para colaborar con trabajo e ideas soy hábil en varios campos artesanales en huertos y hasta con terapias de apoyo con la bobina de Lakhovsky gracias