La gran duna de Bolonia espera majestuosa a ser coronada. Pero el premio se concede desde el principio, no hay que esperar a llegar a ella para disfrutarlo. Para coronar esta gigantesca duna de la costa atlántica gaditana hay que atravesar la playa o bien pasear en paralelo a unos pinares que rodean el antiguo yacimiento arqueológico romano. En ambos casos, el recorrido es un galardón, un auténtico premio.
En el vídeo superior editado por Ana se adivina ese espacio anclado en la comarca del Estrecho. Valles jalonados por los modernos aerogeneradores (los equivalentes a los molinos de viento); ganadería viva al pie de la playa misma, y no solo caballos sino que incluso hay vacas pastando a solo unos metros de la línea de mar; y muchos jóvenes buscando esos vientos por los que viajan a estas latitudes meridionales en busca de emoción y deportes de aventura. Y es que Bolonia es una playa y un espacio natural situado en el término municipal de Tarifa. En esta tierra el viento no conoce la calma.
Os invito a que pinchéis el vídeo adjunto y después seguro, seguro que os entran ganas de ir. Como aperitivo, acompañamos el vídeo de algunas fotografías con la firma de Ana para os imaginéis todo lo que os estáis perdiendo…
Alumbrabas con un pañuelo
Iba caminando por la arena
empujado por un hálito que luchaba contra la desesperanza,
y tu huella no aparecía
mientras el sol abrasador me embriagaba de fiebre.
Con la neblina del sudor en los ojos
el desierto me descubría tu silueta imposible
una ensoñación que me permitía seguir caminando
El desierto es un día sin luz y una noche sin estrellas
una larga, silenciosa y no molesta vereda sin señales en la cuneta.
El desierto dormita y a todos espera
antes o después se jacta de ponernos a prueba.
El desierto que abrasa en invierno
es el mismo que hiela cuando el sol cierra la ventana de los días
sin esperanza, en el hastío de que ya nada volverá.
Pero.
En Bolonia sí que había una estela,
como un ramillete sobre la arena blanca
una flor nacía y alumbraba hacia una huella.
Aquí te encontré.
Era tu rastro conservado en la duna de los tiempos
que llevaba hasta aguas del Estrecho.
En la playa, con un pañuelo, reconocí tu silueta.