Hacer una escapada a la desembocadura del Guadalquivir siempre es un acierto. Entre Sanlúcar de Barrameda y Chipiona se abre el Atlántico. Ese gran océano que nos recuerda a los mediterráneos que nuestro mar es más pequeño y domesticable. En cambio el Atlántico es inabarcable con los sentidos. La mirada se confunde en la intuición de una masa de agua que se sucede como un remolino y se pierde en el imaginario de las historias de piratas. De antaño. Vividas en otros tiempos en ese océano Atlántico que se abre majestuoso a vista de pájaro.
Pero estoy con Ana en tierra firme. En Sanlúcar de Barrameda. Hemos salido de La Campana, un bar a pie de playa, recomendación de un agricultor gaditano de esta zona y seguidor del blog. La Campana ofrece un amplio recetario marinero de la cocina de Cádiz. Pero mejor lo dejaremos para detallar en la sección de Consumidores.
Pasear por esta arena de blanca en un domingo de invierno es tarea agraciada. Pequeñas barcas de pescadores de este puerto con bocana al océano y al río Guadalquivir. Una confluencia singular.
Tal vez por eso las caracolas son de todos los colores y de las formas más curiosas. Recogemos algunas a las que les damos nombre. Personas a las que se las quiere y que unimos con el sonido de ese océano. A través de los pabellones de caracolas que hacen las veces de audífonos. Y brota un sonido delicioso, son cantos de sirena, que no conducen al naufragio de Ulises, sino a un cálido despertar.
De testigos pequeñas casas de pescadores de planta baja casi en el rompeolas de esa arena húmeda. Y tendidas al viento oceánico ropas que respiran en salitre.
Subimos al coche para continuar el recorrido. En el otro extremo del litoral sanluqueño está la playa de la Jara. Nos detuvimos junto a un viejo caserón, aparentemente deshabitado y cuyas escaleras entroncaban con el agua. ‘Marbella’ rezaba en el nombre de esta edificación, unida casi ya al océano.
Aire poético en este rincón en invierno. En verano adivino una auténtica transformación en aras del turista. Pero ahora en el mes de enero la Jara es verdaderamente fascinante…
Hacia el interior conducimos hasta Chipiona. Antes cruzamos campos con invernaderos de flores y pequeñas huertas al aire libre. El centro del Ifapa de esta comarca gaditana lo encontramos a pie de carretera.
Ya en Chipiona recorremos un amplio paseo marítimo jalonado de terrazas hasta llegar a una plazuela que rodea al santuario de Regla. Desde allí retratamos la arena blanca de la playa que comparte nombre con la iglesia. Y al fondo el faro de Chipiona.